María Daniela | Psicoterapeuta, coach y escritora.

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Coaching Familiar

Podríamos decir que los primeros orígenes del coaching que conocemos hoy en día, se remonta a la Grecia de 470 a.C. Por aquel entonces, Sócrates creó un método que denominó Mayéutica.

Me detengo en la palabra Mayéutica pues, me resulta una palabra de traducción muy bonita. Procede de la palabra griega μαιε ω, que a sido traducida como “obstetricia”, “ayudar a dar a luz”

Este método, consistía en un proceso inductivo que, a través de preguntas concisas y bien direccionadas, permitía que sus discípulos sacaran a la luz las cualidades y respuestas que éstos ya tenían en su interior.

En los diálogos de Platón (Atenas, 428 a.C.), basados en una secuencia de preguntas y respuestas, se puede reconocer la estructura arcaica de una sesión de Coaching.
Vemos también en la ética aristotélica, basada en la búsqueda de la felicidad, que sigue siendo la gran motivación que subyace a las sesiones de Coaching.

En la actualidad, la palabra Coaching es una palabra inglesa que puede traducirse como “entrenamiento”. Comenzó a aplicarse a mediados de los años 70 dentro del ámbito deportivo cuando Timothy Gallwey (profesor de literatura y capitán en la Universidad de Harvard del equipo de tenis) se dio cuenta de que el principal freno de un deportista no está en su cuerpo, si no en su mente, y creó un método y libro titulado El Juego Interior, basado en la idea de que:

“En cada actividad humana hay dos ámbitos de actuación: el externo y el interno. El juego exterior se juega en un escenario externo para superar los obstáculos externos para alcanzar un objetivo externo. El juego interior se lleva a cabo dentro de la mente del jugador y se juega contra varios obstáculos como el miedo, la duda, los lapsos de atención, y la limitación de conceptos o suposiciones. El juego interior se juega para superar los obstáculos autoimpuestos que impiden a la persona o equipo acceder a todo su potencial.”

En las sesiones de coaching familiar, vamos a trabajar para conciliar el equipaje emocional de los dos miembros de la pareja. Va a ser de gran ayuda entender que razones tiene tu pareja para actuar de determinada manera. 

Vamos a buscar una comunicación desde el sentir, que nos permita entendernos desde el corazón. Descubriendo y aplicando una forma de comunicación más consciente y respetuosa.

Sentirnos escuchados y comprendidos abre las puertas a escuchar y comprender. Pero… ¡Alguien tiene que empezar! A menudo, empieza uno de los dos individualmente, y luego tira un poco del otro. En ocasiones, ambo/as sienten la necesidad de actuar y empiezan el camino junto/as.

Sea cual sea la forma de tomar la iniciativa para el cambio, EL CAMBIO ¡merece la pena!

CUANDO HAY HIJOS/AS…

Cuando decidimos formar una familia, hay cuestiones internas que se mueven. Empiezan a reorganizarse internamente, y aunque pueda ocurrir de una forma sutil, sucede.

De repente, todo aquello vivido en las respectivas infancias de cada conyugue empiezan a tomar un sentido distinto. Cada quién empieza a plantearse con más consciencia ¿Qué tipo de madre/padre quiero ser? 

Entonces se va abriendo una nueva dimensión por explorar. ¿me gustó el modelo de mamá/papá que tuve? ¿quiero seguirlo? ¿en qué sí y en qué no?

En estas cuestiones, va a ser importante encontrar una buena concordancia con la pareja, aunque… del dicho al hecho… ¡va a haber un trecho!

De cómo habíamos imaginado que seriamos como padres/madres, a la realidad en la que luego nos encontramos, a menudo hay un abismo.

Descubrir cuáles eran las expectativas expectativas, aceptar la realidad, transformarla de forma nutritiva coherente y encontrar mayor paz en mi experiencia de vida y ma/paternaje, va a ser una de las líneas fundamentales de abordaje.

No vamos a poder entender a nuestros hijos, sus conductas y necesidades reales, si primero no hacemos esta mirada personal interior.

El segundo paso será encontrar la forma de revertir ciertos patrones nocivos para conseguir un buen clima familiar, que permita a todos los que forman el núcleo familiar, sentirse a gusto, seguros y queridos.